Y la lechuza se dejó ver
Crónica de un taller de rapaces nocturnas en el Ebro
Sólo se organiza una vez al año y, si nos guiamos por el público, es todo un éxito porque muchos repiten. Del grupo de 10 personas que hemos venido hasta el Delta del Ebro para conocer un poco mejor las rapaces nocturnas, hay tres que ya han venido otras ediciones. «El año pasado terminamos a las dos de la madrugada y vimos muchos búhos», explica una de ellas confiada en que este año se repita la historia.
El taller lo organiza la asociación Picampall y cuesta cinco euros. Empieza a las diez de la mañana en el Casal de Joves de L’Aldea (Baix Ebre) y termina con una ruta nocturna buscando rapaces. No es fácil porque estos animales ‘trabajan’ de noche y la noche es oscura… pero con ganas, con el conocimiento del ornitólogo Yago Brugnoli y haciendo un poco de trampa, los búhos acabarán dejándose ver.
Pero empecemos por el principio. La primera parte del taller consiste en analizar las egagrópilas, que son las bolas indigeribles que algunas aves expulsan por la boca. Una bandeja con agua para cada uno, unas pinzas y todas las egagrópilas que un amante de los pájaros podría desear. Todas ellas están bien catalogadas porque saber qué expulsan estas aves da mucha información a los biólogos. “Pensábamos que la rata de agua se había extinguido en el Delta del Ebro pero gracias a las egagrópilas hemos podido ver que todavía hay”, explica Karin Van den Broek, bióloga de origen belga que vino a estudiar por unos meses al Ebro y se quedó a vivir. “¿Alguien sabría decir de qué pájaro es ese pico?”, pregunta Van den Broek mientras muestra lo que ha encontrado una de las asistentes al curso. Después de enumerar todos los pájaros que se nos pasan por la cabeza, da la respuesta: “Es un gorrión. Fijaos que es muy ancho. El resto de pájaros tienen el pico más delgado”, explica.
A las dos termina el taller y tenemos descanso hasta las 19.00, cuando toma el relevo en Brugnoli. Nos explica cuáles son las diferentes rapaces nocturnas que cazan entre los arrozales del Ebro y explica las características de cada uno. Lechuzas, autillos, búho común, búho chico y también el búho campestre, aunque en esta época del año no se encuentran. También nos enseña plumas que ha conseguido gracias al centro de recuperación de animales y nos enseña el curioso diseño que permite a estas aves volar sin hacer ningún ruido para coger a la presa desprevenida. A las nueve de la noche la claridad se va apagando. Ha llegado la hora de que todos estábamos esperando.
El primer avistamiento lo hacemos sin siquiera salir del pueblo. En una masía abandonada encontramos dos búhos comunes. Éramos 11 amantes de los pájaros sosteniendo los prismáticos para observar a los pequeños búhos en las afueras de L’Aldea. Parecía que ellos también nos observaran. Quien seguro que nos miraba eran los vecinos del pueblo que pasaban y veían la escena sin comprender mucho. Volvemos a los vehículos y hacia Deltebre, donde nos espera un gran espectáculo.
Mientras cenábamos en el Parc del Riu, el único momento del día que no estábamos pendientes de las rapaces, una preciosa lechuza pasó por encima de nuestras cabezas. Era como si, una vez más, las rapaces nocturnas nos estuvieran controlando. Su color blanco iluminó la noche y el movimiento tranquilo e incansable de las alas transmitía paz. Algunos ya habíamos visto más de lo que podías imaginar antes de empezar el taller.
Tras cenar hicimos una pequeña trampa. «Esta noche usaremos el reclamo pero no podemos abusar porque podemos molestar a los pájaros», dijo Brugnoli. El altavoz imitó el canto del autillo y enseguida obtuvimos respuesta. Después de buscar la pequeña rapaz entre las ramas de los árboles por fin la vemos. Todos en silencio. Disfrutando. Y llega la madre y con un movimiento suave se pone sobre la rama del álamo blanco junto a su hijo. Acerca el pico y le da de comer. Saciados y emocionados seguimos el camino buscando la lechuza que antes no nos dejaba cenar tranquilos. Volvemos a usar el reclamo para que el animal se deje ver y la luz blanca se vuelve a abrir camino desde la oscuridad y pasa un par de veces.
Ver a los animales salvajes tiene algo de especial. Mágico. Es como observar las llamas del fuego: podríamos estar allí toda la vida Unos jóvenes ebrenses empiezan a reunirse en el parque. Es sábado por la noche y tienen ganas de pasárselo bien. «Mira hay dos búhos», avisa uno de ellos a su compañero. Y los dos chicos se quedan mirando a los árboles, tranquilos. Incluso ellos, durante unos momentos, quedan embobados observando aunque sea de lejos ese espectáculo. Son las dos de la madrugada. Moto y hacia casa. A punto de llegar a Tarragona unas luces azules me obligan a regresar al mundo real. Control antidroga de los Mossos d´Esquadra.
“¿De dónde viene usted?”, pregunta el funcionario.
“No se lo creerá agente. Vengo del Ebro de ver rapaces nocturnas”, le digo satisfecho.
«¿Cómo dice?», pregunta.
“Rapinyaires nocturnos… búhos, lechuzas…”.
«Circule, va, va».
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