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La Antitauromaquia de Manuel Vicent y El Roto

 

«En cierta ocasión un extranjero se acercó al gentío que ocupaba las barreras de una capea en la plaza de un pueblo. Entre las tupidas piernas de los espectadores pudo ver que unos mozos ebrios daban garrotazos a una vaquilla preñada. Se quedó observando aquella orgía durante un rato y al final descubrió que entre todos los seres que se agitaban allí dentro la única mirada inteligente, compasiva y humana era la del animal apaleado.» pág 173

 

Mi patria está donde no se torture a los inocentes, mi patria está donde no se escriban versos a la muerte, mi patria está donde los toros no son bravos, donde el público no aplaude la mutilación ni el sufrimiento.

Me temo entonces que apátrida soy, pues tristemente no hay país en el que no encontremos restos de barbarie hacia nuestros semejantes.

Manuel Vicent y El Roto, dos apátridas más, retratan a letra y pincel la España del toreo. Esa España que huele a rancio y a podrido. A sudor lascivo del disfrute de los instintos más bajos. Esa España que elige a dedo a un inocente, y en nombre de un arte desconocido por cualquier Artista, lo acomete a cuchilladas.

Esa España que alza en hombros a un asesino, la misma tierra en la que mujeres tiran bragas a los pies de un torturador. Esa España que nos sigue asombrando a los seres sensibles, pero que todavía sigue viva, para regocijo y disfrute de muchos.

Pero no sólo se viste de luces el torero, nos explican Vicent y El Roto, se visten también de luces los poetas y escritores como Lorca y Hemingway, entre muchos otros. ¿Cómo el autor de La Casa de Bernarda Alba pudo llorar a un torero? ¿Cómo aquél que fue fusilado a manos de la barbarie le cantó al verdugo y no al caído? Las pasiones del hombre son inexcrutables, Homo Homini «Torero» Est.

Sólo la educación y las leyes podrán combatir este sadismo vestido de fiesta. La voluntad y el ansia de causar sufrimiento a otro ser, de matar, seguirán ahí, propias de una especie que dice vivir bajo la luz de la razón pero a la que es más frecuente encontrar en las sombras del instinto.

Toro, mi querido toro, por suerte hoy muchos versos te cantan, muchos pinceles te pintan, muchas voces te defienden. Toro, que no nos conoces, créeme, estamos contigo, nosotros, los apátridas de las naciones que defienden tu muerte, los patriotas de la tierra que defienda tu vida.

Artículo de Silvia Esteve

Antitaurimaquia, editado por Penguin Random House