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«Uno no se acostumbra a la muerte»

Cómo afrontar esta parte de mi profesión es realmente complicado.

En general, cuando surge este tema, las personas te suelen decir que bueno, tu ya estás acostumbrada, que forma parte de tu cotidianidad como veterinaria, que no te afecta como la primera vez que lo hiciste… Pero una no se acostumbra a la muerte.

Yo como persona no me «acostumbro» a lo que representa y como profesional supone en muchos casos frustración por no poder hacer nada más por mi paciente.

Es por ello que, para eutanasiar, he aprendido a gestionar (no anular) mis emociones lo que me permite poder llevar a cabo una tarea tan difícil emocionalmente para la que nadie me ha preparado.

Cada vez que me enfrento a esta situación tengo en cuenta diferentes factores. En primer lugar el paciente, cuál es el motivo de eutanasia y sobre todo si existen otras opciones antes de llegar a ella. No hay que olvidar que mi labor como veterinaria es en primer lugar con el paciente, intentar curar y si no es posible aliviar su dolor o sufrimiento.

En segundo lugar con la familia, siendo el soporte psicológico en una decisión tan angustiosa y difícil. Hay tantas situaciones familiares diferentes como pacientes. Tener empatía con ellos y comprender su situación es fundamental para que este proceso sea lo menos doloroso posible.

En muchas ocasiones no se tiene en cuenta que también somos personas, tenemos sentimientos y que no por llevar a cabo la eutanasia dejamos de tenerlos. No puedo recordar en cuantas ocasiones he salido de la consulta con un nudo en la garganta o cuantas veces me he derrumbado aún sabiendo que es la decisión correcta.

No hay que olvidar que en muchos casos son pacientes a los que hemos visto crecer en nuestra consulta, que vienen felices a verte, a buscar su chuche cuando pasan por delante de la consulta, que te comen a besos si te descuidas…

Por todo ello creo necesario escribir estas líneas. La veterinaria es una profesión que puede llegar a ser muy dura, física y psicológicamente, y aunque muchas veces se reconoce nuestra labor, hay otras tantas en las que no se ve más allá de nuestra bata de veterinario. Bajo el uniforme de la profesión están todos nuestros sentimientos, los que nos hacen luchar cada día por nuestros pacientes y los que nos hacen sufrir cada día por ellos.

Hasta pronto Sam

 

El día que te pusimos nombre ni siquiera nos conocíamos. No sabíamos cómo eras ni qué te gustaba. Sabíamos sin embargo, que, fueras como fueras te querríamos para siempre.

Ya hace diez años que te vinimos a buscar el CAAC de Barcelona. Abandonado dos veces consecutivas, no te fiabas mucho de esta especie humana caprichosa y muchas veces cruel.

¿Quiénes eran los que ese día se te llevaban a casa? Tú no podías decidir si querías venir o no. Vosotros casi nunca podéis decidir, y los que lo hacemos por vosotros no siempre acertamos.

Diez años, pequeño Sam, juntos. Uno más de la familia. Diez años y ahora debemos decirnos adiós. De nuevo bajo nuestra decisión, la decisión de no alargar más tu sufrimiento, pero también la decisión de dejar de verte.

Que duro amigo mío. Nosotros humanos, simples humanos que muchas veces nos creemos dioses, hoy te traemos la muerte. Eu-thanatos, una muerte buena, pero la muerte al fin y al cabo.

Hoy decidimos por ti por última vez. La decisión más difícil cuando quieres a alguien, la de decirte adiós sin querer que te vayas.

Gracias Sam por tu amor, tu compañía. Gracias por estos diez años a tu lado.

Hoy seremos unos dioses extraños que te quitan la vida, mañana, sin embargo, volveremos a ser simples humanos que han perdido un pequeño dios.

Artículo de Silvia Esteve 

¡Feliz día de los solteros!

Artículo de la redacción

¿Se puede vivir sin amor? Esa es la pregunta que se hacen todos aquellos que un día cómo hoy no tenemos pareja. Es la pregunta que se formulan y responden Valentín y Tro dos veteranos del desamor. Valentín hace justo un año fue rescatado después de un cruel abandono. A pesar de ser un gato precioso y dotado de la magia de la afectividad incondicional lleva un año esperando el amor verdadero.

Las casas de acogida tiene la función de satisfacer las necesidades biológicas y emocionales de todos aquellos que un día fueron precipitados al «sin amor». Las acogidas son como ese mejor amigo que te ampara bajo su ala, comparte su morada y su plato pero no activa el click del enamoramiento embriagador y total. Se convierten en un alto en el camino reparador e imprescindible pero no arranca ese suspiro que culmina con un «al fin en casa». Ayer Valentín celebró su santo pero no su éxito por que sigue acogido en Tarragona (Asociación Gaia) a la espera de formar una pareja ideal.

Más apurado está Tro, un perro grande en tamaño y edad que se convierte en cachorro a poco que le ofrecen mimos. Lleva ya demasiado tiempo en una jaula de la perrera de Barcelona (CAAC) sin más fallo que el de la ceguera de sus pocos visitantes. Tro es un histórico entrañable que será recordado por todos cuándo se marche. Con alegría si se adopta y con profunda tristeza si muere tras los barrotes.

Para los alérgicos consistentes o espúreos a la fiesta de los corazones rosas, las obligaciones de calendario y el agosto de las tiendas de cachivaches románticos ha nacido la fiesta del 15 de Febrero. Los solitarios, obligados o por elección, sobreviven la edulcorada víspera disfrutando de un día que les devuelve la dignidad y les impone autocelebrarse. Para los que no tienen amor queda decirles que muchas veces no es su culpa. Como ejemplo Tro y Valentín: dos solteros y huérfanos. Esperemos que el próximo año tanto uno como el otro puedan celebrar el día de los enamorados en una casa definitiva.

Empezábamos el artículo preguntando si se puede vivir sin amor, Valentín y Tro «nuestros entrevistados» nos dicen que sin amor se sobrevive pero es con Amor con lo que todo cobra sentido. ¿Cambiamos su próximo 14 de febrero?

Dibujar el viento

Artículo de Alberto Martín y Silvia Esteve

Cuando uno abre un libro que es capaz de emocionar de una manera tan sencilla y preciosa como el que hoy nos ocupa no debe dejar de mostrárselo a todos aquellos a quienes conozca, para que puedan tener la oportunidad de tenerlo entre manos, de pasar sus páginas y de escuchar la melodía de las palabras que apuntalan la obra y los dibujos que expanden su significado. Porque si una virtud debemos destacar de este pequeño gran libro es, sin duda, su capacidad de unir en un mismo espacio la huella que dejan sus letras y el trazo que grava el dibujo: dos universos que fluyen creativamente en El silencioso amigo del viento.

Aquellos que han podido compartir su vida con algún animal saben perfectamente que éstos nos hacen más humanos, nos permiten vislumbrar una dimensión diferente de nuestra humanidad. Pero no es menos cierto que, desgraciadamente, también son capaces de hacernos ver la violencia de la que es capaz el ser humano, la crueldad y el desprecio más puro del que podemos ser capaces: y un caso tristemente célebre es el de los galgos. Animales explotados hasta su último aliento, víctimas de una mentalidad capitalista en un ambiente rural, los galgos son repudiados una vez dejan de ser útiles: repudiados, torturados y muertos. Las palabras de Lisi Gutiérrez y los dibujos de Rafael Jaramillo nos hacen testigos de este realidad pesadillesca: una prosa sucinta y un dibujo evocador.

Un cuento ilustrado duro y precioso que hace de su concisión una virtud indiscutible: las frases con las que Lisi Gutiérrez va componiendo la narración del abandono y la adopción del galgo protagonista dejan entrever una prosa creativa, que aúna lo prosaico con lo poético con gran facilidad. Las ilustraciones, por otro lado, saben conjugar perfectamente el duro realismo con imágenes oníricas: hay una imagen impresionante, aquella en la que podemos ver el sueño del galgo, ese sueño que nos estremece por su capacidad de sintetizar, en una panorámica, el horror y la esperanza de estos animales.

 Hay obras que saben conmover a través de las palabras, otras que lo hacen mediante el dibujo: “El silencioso amigo del viento” nos interpela a través de las dos para tratar de mostrar la realidad de estos atormentados animales. Realidad que se repite año tras año, cada febrero, después de la temporada de caza. 

¿Cómo se dibuja el viento? Fijándonos en la fina silueta de su silencioso amigo.

 

Queremos aprovechar este artículo para recordaros que este domingo 5 de febrero se celebrará la manifestación de la Plataforma NAC (No a la Caza) a las 12h en la Plaza Cataluña de Barcelona (mirar punto de encuentro en otras ciudades).

Relájate con tu perro!

¿Estáis estresados? ¿Sentís que necesitáis compartir más tiempo? ¿Cansados de las actividades de siempre? Patricia Guerrero nos ofrece una fantástica alternativa: el Doga, yoga con tu perro. Esta actividad, que nació en EEUU de la mano de Suzi Teiltelman, ha sido adaptada por Guerrero, educadora canina titulada en Doga (no en yoga, ya que son conceptos diferentes) incluyendo también estiramientos para perros deportistas y ejercicios de propiocepción. Aunque seguramente muchos os habéis quedado un poco desconcertados, ésta es una actividad para todo tipo de personas y perros, cada uno con su estilo y a su ritmo. ¿Cuál es el objetivo del Doga? Tal y como nos explica Guerrero, esta actividad tiene como objetivo principal «poder relajarte con tu compañero» y «conectar con él» de una forma muy original.  Gracias a las posturas adaptadas y a los masajes que se realizan en la sesión, nuestro perro aprenderá a habituarse a estar con otros perros de manera tranquila y relajada.

Los humanos también aprenderemos a realizar estiramientos a nuestros compañeros para que no sufran ninguna lesión y mantengan un buen estado físico, como nosotros. Como nos explica la educadora, la rutina del doga es la siguiente: masaje y estiramientos, posturas inspiradas en el yoga, estiramientos y, finalmente, relajación, con música y cuento zen incluidos. A parte de ser una actividad relajante y divertida, permite a nuestro perro la posibilidad de socializarse con otros congéneres, así como el ejercicio realizado mejorará su flexibilidad y circulación.

¿Pero cómo se percibe el doga cuando eres alumno? Aunque lo hemos preguntado a nuestros amigos perrunos, no hemos podido transcribirlo, así que hemos hablado con una de las alumnas humanas, Silvia Speroni, que acude a clase con Grillo.  Grillo, un mestizo tipo Jack Russell de ocho años, fue adoptado por Silvia hace cinco. No sabemos qué malos momentos vivió antes de tener la suerte de compartir la vida con su actual compañera humana, pero Grillo todavía tiene muchos miedos y estrés. Para intentar que su amigo tenga mejor calidad de vida y consiga estar más tranquilo, Silvia se apuntó a las clases de Doga, mediante recomendación de una amiga.

Ella ya había practido yoga antes, así que le pareció una buena idea poder compartir esta actividad con él. «La parte que más me gusta es la de las posiciones difíciles, Grillo se queda tan petrificado que se deja hacer todo», comenta entre risas Silvia. También le encantan los estiramientos, que le ofrecen la posibilidad de manipular al perro y de enseñarle que las caricias no son nada malo. Pero sobre todo el momento más especial es el de la relajación «aunque tiene que durar poco, sino no lo aguantan».

«Es una buena actividad para perros que no les gusta que les toquen» nos comenta Silvia al final de la entrevista. Gracias a esta actividad Grillo es mucho más sociable con humanos y con otros perros, con los que le guste o no, debe compartir clase o parque, ya que también se puede realizar en el exterior. Ya para terminar, si habéis leído el artículo y os han entrado ganas de practicar doga, en la web de Guerrero, Pat Educadora Canina , se nos ofrecen dos maneras de realizar esta disciplina: en casa, mediante un curso online, o en una sala de yoga para humanos, compartiendo la experiencia con más compañeros.

Ah!!! Se me olvidaba, Grillo nos ha dicho que lo encontraba «Gua-Ommmmmmmmmmm» ; )

Sílvia Esteve