Perros y ruedas: enemigos irreconciliables
Un autodenominado educador canino puso de moda hace ya más de un lustro lo de cansar al perro haciéndole correr delante, junto o detrás de una bicicleta y eso es una barbaridad. El mejicano que conquistó a la mujer de un famoso actor afroamericano y a las cámaras de National Geographic instauró una peligrosa práctica. Proliferan los propietarios de perros en velocípedo, patinete, rollers, skates y cualquier adminículo
rodante que fuerzan a su animal y a las normas de circulación.
El principio de esta idea es provocar la sumisión por agotamiento, algo tan viejo como las bolas tobilleras de los presos y los campos de trabajos forzado. ¿Si ninguna de ambas prácticas compaginan con la Declaración de los Derechos Humanos porqué está entre las rutinas de muchos perros de compañía? (En cuanto a bienestar somos muy equiparables).
Afortunadamente, municipios como el de Barcelona han ordenado su prohibición. El cumplimiento de la norma y la sanción por el incumplimiento es harina de otro costal. Pero sí, una vez más la costumbre y lo razonable se enzarzan en una batalla en la que los perros tracción, los perros sidecar o los perros arrastrados son las víctimas más frágiles.
Dicen los expertos – los acreditados, no los mediáticos- que el paseo perruno debe servir para desarrollar el olfato, las relaciones sociales intra y extraespecie, para disfrutar de actividad moderada o ajustada a sus posibilidades y no para competir con un medio mecánico propulsado por un ciclista amateur o un adolescente trasnochado. La actividad física intensa es recomendable sólo para una parte de los perros y en determinadas circunstancias. La voluntad del propietario por lanzarse al ejercicio anaeróbico o de recorrer en compañía grandes distancias no es suficiente. Sin zapatillas, sin protector solar, sin chequeo previo ni opción de forzar el reposo, ir junto a un medio dotado de ruedas puede ser una tortura. Para los perros de cara chata y los paticortos es una contraindicación.
En otro orden de cosas está la seguridad en la vía pública. Ya los textos sobre seguridad vial subrayan que la circulación con animales (sea sueltos o atados) disminuye la capacidad de respuesta inversamente en proporción a la velocidad alcanzada.
Excepcionalmente la prohibición no puede extenderse ni a las sillas de ruedas ni a los cochecitos infantiles aunque la precaución debe ser extremada en estos casos por las limitaciones de los transportados, la complejidad de las vías urbanas y la vulnerabilidad de los canes. Las lesiones en los perros suelen apreciarse cuando ya revisten gravedad y algunas sólo en la necropsia. Sin gradación ni calentamiento muchos perros en su lealtad son forzados hasta la extenuación. Ese paseo veloz raramente es confortable. La fricción plantar y la deshidratación están a la orden del día.
En realidad es cuestión de sentido común y de empatía. Atados por el cuello nadie nos sentimos cómodos y arrastrados por las ruedas nos falta el aliento cuando no hemos sido nosotros los que optamos por rodar.
Emma Infante