Barcelona dice adiós a los carros de caballos definitivamente
La medida supone un paso adelante en la protección de los caballos, pero entidades animalistas reclaman que se prohíban también los Tres Tombs o San Medir. Una posible alternativa al sufrimiento animal en estas fiestas es sustituir el actual sistema por carruajes eléctricos
No por anunciado y conocido el hecho es menos relevante, al menos, para todos aquellos que llevan tiempo denunciando las precarias condiciones en las que se encuentran muchos caballos que tienen que cargar pesados Carruajes. A partir de ahora, quedan prohibidos los carros de caballos para hacer negocio o, lo que es lo mismo, la tracción a sangre con fines lucrativos. El Ayuntamiento de Barcelona no ha renovado la última licencia que quedaba para este tipo de actividad económica que, según varias organizaciones animalistas, como la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA) «contribuyen al maltrato animal». No obstante, se seguirán utilizando caballos en espectáculos para fines no lucrativos, como la fiesta de los Tres Tombs.
Al menos, el uso de caballos queda restringido solo a un determinado tipo de prácticas. Luz verde a una medida que las entidades en defensa de los animales habían reclamado insistentemente, como FAADA o Basta tracción sangre. El camino es largo, explican. A pesar del paso adelante, consideran que aún queda mucho margen de mejora en la defensa de este animal, ya que, en su opinión, no se prohíben otros eventos que también dañan al caballo, como los Tres Tombs o Sant Medir.
Pero las asociaciones animalistas valoran el paso adelante. En el momento en el que esto se anunció, en noviembre de 2017, desde Basta tracción sangre lanzaron un mensaje de optimismo: «No esperábamos que se incluyera la prohibición en las ordenanzas municipales tan pronto, es un gran avance» reconoció Patricia Lorenzo, de PTS. Sin embargo, también reconocieron que la medida llegaba «tarde» y que aún habría que esperar hasta junio. «Ya tuvimos que lamentar una muerte por este tipo de práctica, esperamos que no haya más», añadió. Por suerte, desde entonces hasta la fecha, no ha habido que lamentar ningún caso de muerte relacionado con la última licencia que quedaba para explotar económicamente los carros tirados por caballo.
Eva Fornieles, de FAADA, asegura que el siguiente paso «es la prohibición de Sant Medir y Los Tres Tombs» ya que el sufrimiento del caballo es muy grande. Desde Basta Tracción a Sangre se suman a esta reivindicación. «Se pueden utilizar carros eléctricos sin necesidad de desterrar tradiciones culturales que están arraigadas en el territorio», matiza.
La polémica comenzó hace más dos años con la muerte del caballo Neret en Montjuic, después de arrastrar durante seis horas un carruaje. El caso despertó el interés mediático y aceleró las presiones al consistorio que finalmente ha prohibido este tipo de prácticas.
«Su muerte fue una noticia desastrosa, pero al menos ha contribuido a que otros caballos no tengan que pasar por lo mismo», se lamenta Fornieles.
Varias asociaciones animalistas han repetido reiteradas veces que «el caballo es uno de los animales más perjudicados por la acción humana«. Anna Mula, abogada y luchadora por los derechos de los animales, coincide con esta apreciación. «El caballo es uno de los animales que más sufre. Se utilizan en espectáculos, en todo tipo de entretenimiento y en actividades deportivas. También en nuestro país, donde actividades como los Tres Tombs se deberían empezar a cuestionar”.
La medida propuesta por el ayuntamiento de Barcelona es más ambiciosa de lo que muchas organizaciones esperaban. La idea inicial era no renovar las licencias de los portadores de carruajes. Pero desde el consistorio, finalmente, le darán un carácter normativo, por lo que se cierra la puerta a que se reabran nuevas licencias.
«Barcelona y Cataluña son punta de lanza en la defensa de los animales» reconoce Anna Mula. «Fuimos una de las primeras comunidades que prohibió las corridas de toros y ahora Barcelona apuesta por esta prohibición». Unas regulaciones que se ven con buenos ojos pero que, de momento, las organizaciones consideran un punto de partida.