¿Quiénes son?
«Pensemos en el amor, en cómo las cosas que de verdad importan pueden expresarse con los brazos abiertos, las yemas de los dedos o con una sonrisa, sin necesidad de oraciones, ni de sintaxis. Es el poder silencioso de la intención real.» Carl Safina, «Beyond Words» p.112
Philo, Siete Cincuenta y Cinco, T-20, Luna, Chula, Velcro… Este libro nos habla de ellos. Ellos, individuos. Ellos, compañeros. Ellos, nuestros iguales.
«Quería establecer un camino entre el lector y los otros animales, enseñarle que viven sus vidas». Carl Safina elabora sus palabras, sus respuestas, con un tono meditativo, sabiendo el peso de cada una de ellas y el valor de su conversión, como monedas, en las mentes de aquellos que lo escuchan.
Safina nos recibe en el CCCB, un día antes de su conferencia en el ciclo Kosmopolis, dónde nos presenta su último libro «Beyond words» («Mentes maravillosas» en español, editado por Galaxia Gutenberg).
Doctor en ecología, profesor y divulgador científico, Safina no ha escrito un libro, nos ha traído un testimonio. Carl ha escuchado las voces de los lobos, las orcas y los elefantes. Les ha mirado a los ojos. Se ha quedado en silencio, el silencio que tanto nos cuesta mantener a los de nuestra especie, y ha dejado que hablaran.
El autor nos escribe las biografías de estos otros animales. Dónde viven, cómo viven, quiénes son sus familiares, qué les gusta, qué les atemoriza, a quién quieren, a quién temen…
«El hombre no es la medida de todas las cosas», nos comenta en la entrevista. Mediante la humildad y sus conocimientos científicos, Safina nos explica que aunque la comparación no es buena, dado que somos animales diferentes, sí es un buen método para acercar sus experiencias y sus vivencias al lector y generar empatía.
¿Cómo demostrar científicamente que aman? ¿Que temen? ¿Que se enfadan? ¿Que son conscientes? Quizá la pregunta sea ¿cómo demostrar que no?
En sus viajes por todo el planeta, Safina ha querido conocer de primera mano sus experiencias, pero se ha encontrado con la triste realidad del día a día de estas maravillosas criaturas. Su lucha por no extinguirse.
En la primera parte del libro conoceremos a la elefanta Philo y a sus amigos humanos quienes nos explicaran cómo la población de paquidermos ha diezmado de los 10 millones de ejemplares a los 400.000 de hoy en día. Philo, Plácida, Tim… nos harán ver a nosotros, los humanos, que no hemos aniquilado a millones de elefantes: hemos aniquilado a millones de madres, padres, hijos, nietos, amigos, vecinos…
En el segundo gran bloque, los parientes cercanos de los perros, Ocho Veinte, Vientiuno y Siete Cincuenta y Cinco nos demostrarán que el hombre no sólo es un lobo para el hombre, sino para el propio lobo. Exterminados en Yellowstone, como parte de un ideal de parques nacionales sin depredadores, los lobos serán reintroducidos, 60 años más tarde, en estas tierras. Fuertes, bellos, cariñosos, los lobos siguen llevando a cuestas el estigma del maligno. Tras las fronteras de los parques naturales, sin vallas que los limiten, son tiroteados por humanos ignorantes, cobardes y egoístas.
Y de las montañas y valles del gran Yellowstone, pasaremos a sumergirnos con T-20, Luna, Victoria, L-4 y sus otras compañeras orcas en los mares de norte américa. Estos grandes delfines, como los llama Safina, no mostrarán ningún rencor hacia esta especie que las persiguió y secuestró para meterlas en piscinas de cemento hasta hacer que enloqueciesen. Al contrario, como nos explica el autor, se han dado muchos casos de salvamentos de marineros perdidos por parte de orcas u otros cetáceos. Tristemente, su número mengua al mismo paso que lo hacen sus fuentes de alimento, superexplotadas por los hombres.
Luna, Philo, Ventiuno son los nombres que nosotros les hemos dado, que les han dado aquellos que dan su vida para protegerlos. Pero ellos tienen sus propios nombres, en sus propias lenguas. Cada uno de ellos es único. «No extinguimos solo especies, matamos individuos» nos recuerda el autor.
Nuestro planeta está lleno de vida, de vidas, de miles y millones de «yoes».
Solo quieren vivir, ver a sus hijos crecer, jugar en la playa, contemplar la luna, ser, sin tener ni poseer, ser aquí y ahora, y ojalá mañana.
Y no solo nosotros les miramos, ellos también nos miran a nosotros y nos conocen y puede que se pregunten: ¿quiénes son ellos?
Que no seamos más su verdugo, su fin, su propietario, su consumidor. Seamos aquél que les pregunte «y tú, ¿quién eres?»
Artículo de Sílvia Esteve