Mejor tarde que nunca

Recientemente todos los grupos parlamentarios se comprometieron a instar al Gobierno a reformar aquel fragmento del Código civil español en el que, inexplicablemente, aún considera a los animales bienes muebles o res nulius y a los animales compañeros bienes embargables. Lo que es una puesta al día de un concepto básico de que los animales no son objetos no está exento de polémica. En Cataluña el código civil propio ya hace años incluyó una breve aclaración sobre los animales afirmando que no son cosas. Al futuro Código Civil español habrá que insertarle una nueva consideración sobre los animales que fije que son «seres vivos dotados de sensibilidad».

Esta definición no satisface ni de lejos ni a exquisitos pero constituye un hito del lobby animalista. Para los impulsores que han hecho equilibrios entre las limitaciones de la lengua y la «proverbial ceguera que España tiene hacia los animales» ha significado un esfuerzo hercúleo.
Como sólo hay un ramillete de políticos interesados en el tema, agrupado en Asociación Parlamentari en Defensa de los Animales (APDDA), alcanzar la unanimidad en la votación y que las fuerzas conservadoras se hayan subido al carro tiene un gran mérito que debe ser reconocido.

Por otro lado, en Lisboa, donde se firmó el  último Tratado Fundacional de la Unión Europea, en el artículo 13, se habla de los animales como «sentient beings». El problema surge de la traducción al castellano que se ha realizado de modo incorrecto al emplear el término sensible. Los lectores de Animalados son sentientes y sensibles. Los objetos son sólo sensibles. Si apretamos con fuerza una lata de refresco se deforma, es sensible a nuestra fuerza como la arena de la playa es sensible frente a la exposición solar. Sentiente va más allá de ser vulnerable a agentes externos. Sentiente implica capacidad de convertir aquello a lo que se es sensible en una emoción. A pesar de que el filósofo Xavier Zubiri titulase uno de sus ensayos «inteligencia sentiente» esta segunda palabra no está reconocida por la RAE. Qué pena tan grande que el olvido de los académicos de la lengua complique la titánica tarea de los lobbies animalistas obligándolos a presionar por incluir el parche de «seres vivos dotados de sensibilidad».

Ningún país miembro puede seguir negando la dimensión emocional de los animales que a diferencia de los objetos, sienten, padecen y merecen una consideración moral que impulse normativas de respeto y protección de los animales. Cambiemos el chip desde la UE o desde nuestro corazón mientras un gato o perro inquietos nos recuerda que debemos darles de comer y caricias.

Animalados

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