Animales en el metro: un viaje sin retorno

Año y medio en Barcelona y medio año en Madrid. Los viajes con perros y gatos en el metro son ya una visión cotidiana. Como usuarios del transporte suburbano estamos acostumbrados a ver cuadrúpedos pacientes que en un grupo amplio de viajeros arrancan una sonrisa. Los gatos dentro de un transportín suelen ser más oídos que vistos. Tímidos maullidos desvelan el interior de las cajas plásticas muchas veces cubiertas con una tela.

Los perros de cualquier tamaño y condición deben ir provistos de bozal. Con esta simple medida y aunque tu perro no haya mordido nunca, se garantiza la tranquilidad de ese sector de la población que los teme. Se dan muy pocos casos en los que un usuario cambie de vagón al ver un perro o un gato en el mismo. La utilización de los ascensores y de las escaleras mecánicas está limitada cuando tu compañero de cuatro patas viaja contigo. Estamos invitados a usar las escaleras convencionales.

En caso de limitaciones motrices no estará de más a esperar pacientemente a que el elevador esté vacío para usarlo. Además de las posibles alergias que una pequeña parte de la población sufre debido a unos microrganismos adheridos a la piel de algunos animales tenemos que ser considerados con los fóbicos. Se sabe que uno de cada cinco ciudadanos no siente simpatía por los perros y los gatos. Las causas pueden ser múltiples y algunas de ellas irracionales. Procuremos no forzar la exposición de nuestros inofensivos amigos a estas personas pues obviamente tienen todo el derecho a viajar en paz sin tener que dar explicaciones de porqué Mishi o Darko les incomodan.

También hay que estar especialmente atento a cómo tu perro o tu gato vive el desplazamiento. Algunos perros se acomodan tranquilos y disfrutan del trayecto como una parte más de la cotidianidad con el propietario. Los gatos, como todo el mundo sabe, detestan los cambios de lugar así que mejor no moverlos de casa y si es estrictamente necesario hacerlo dentro de un transportín seguro, con los anclajes comprobados, con un tejido que limite su visión por encima de la caja y con un paño humedecido con feromonas tranquilizantes. Cuidado con los movimientos bruscos. Sólo hay que empatizar, ponerse en su lugar.

Tanto en caso de felinos como canes evitemos las horas punta, las aglomeraciones y los despistes por que las puertas automáticas y la rapidez nos pueden causar un disgusto.

La consolidación del derecho a usar el metro depende del civismo y comprensión de aquellos que por fin pueden recorrer la ciudad sin usar un vehículo privado.

Ahora, tras el éxito de la medida, habría que ir pensando en ampliarla al uso de los autobuses. El comportamiento ejemplar de muchos propietarios y animales y la casi inexistencia de incidentes invita a que el transporte no subterráneo nos permita compartir también la superficie.

Emma Infante, co-fundadora de Futur Animal

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